Mucha de la autoexigencia que tengo y la adicción al trabajo tiene que ver con los iconos con los que me he criado y yo me pasé mi adolescencia leyendo libros de Julio Verne y Agatha Christie (entre ellos «Diez negritos» que es único libro de mi vida que me he leído tres veces, y habrá una cuarta y quinta seguro)
Leer a Christie me recuerda a los veranos sin preocupaciones y tumbarme en la cama después de comer con una novela a mis quince o dieciséis años. Nunca tuve muchos amigos, así que los misterios y los asesinatos de la reina del suspense fueron mis aliados durante horas y horas.
La famosa escritora no solo fue una digna descendiente de Arthur Conan Doyle (creador de Sherlock Holmes) sino que en cuestión de ventas y popularidad superó a éste con creces. Prolífica pero no esclava del trabajo, se pasó gran parte de su vida viajando, amando y haciendo cosas que no correspondían ni a su género ni a su edad en una sociedad muy machista.
Se casó dos veces pero nunca dependió de sus maridos. Tuvo una hija y escribió muchos, muchos libros. Novelas, obras de teatro, autobiografías y alguna novela romántica con pseudónimo. Incluso protagonizó su propia historia de misterio despareciendo durante varios días y apareció en todos los periódicos. Fue encontrada en un balneario en el que se hospedaba con el nombre de la amante de su marido.
Una mujer autosuficiente, liberal y con la imaginación inagotable, escribía en cualquier sitio sin tener un despacho fijo (escribía en barcos, trenes, hoteles o la mesa de la cocina) y no le costaba demasiado tiempo terminar un libro.
Se han adaptado al cine muchos de sus libros («Asesinato en el Orient Express», «Maldad bajo el sol», «Muerte en el Nilo», etc…), y «La ratonera» (una de sus obras de teatro) ha batido records de representaciones en Londres.
Cuando estoy cansado o aburrido, ella me recuerda que aún puedo trabajar algo más, que no es incompatible con vivir, disfrutar y amar. Que la vida inspira a la ficción y que para crear, tienes que salir, conocer, enamorarte, equivocarte, sufrir y reír. Que el manantial de la eterna inspiración está en uno mismo y nuestro entorno, y si además nos atrevemos a salir de la zona de confort, mucho mejor.
A mis 41 años no recuerdo ni un solo momento en el que no tuviera nada que hacer, un proyecto nuevo o una ilusión en el horizonte, y eso se lo debo a los libros que me hacían soñar, suspirar e imaginar un mundo mejor. Eso se lo debo, en gran parte, a Agatha Christie.
Larga vida a la reina.